DE NARCOTRAFICANTE A CONSEJERO JUVENIL

Tony Mendez enseña la Verdad sobre las Drogas a los jóvenes de Guatemala en su Programa de Intervención Juvenil.

Tony Mendez está determinado a usar lo que aprendió de sus errores y compartirlo con la juventud de hoy para que puedan tener un mejor futuro.

A pesar de haber sido criado por padres pastores en un hogar cristiano, Tony Mendez, nacido en Guatemala y criado en California, se perdió en el camino.

A los 18 años, atrapado en la cocaína, fue a la cárcel por primera vez. Cuando salió, se prometió a sí mismo que cambiaría, pero al final se unió a una pandilla y se hundió incluso más profundamente en las drogas.

Sus padres trataron de ayudarlo, pero no sabían cómo.

A los 24 años le llegó la noticia de que su padre solo tenía tres meses de vida. Mendez estaba destrozado. “En esos tres meses, quería compensar todo el daño que había hecho”, dice. Pasó día y noche con su padre, pero finalmente falleció en agosto de 1994. “Me sentí muy culpable por no haberlo escuchado mientras estaba vivo”.

Aunque a Mendez le gustaría decir que este fue el momento crucial para cambiar, la pérdida solo lo arrastró más profundo. Finalmente se encontró involucrado en el tráfico de drogas…, contrabandeando drogas a través del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles.

“Estaba matándome poco a poco”, recuerda.

Desde 1985 hasta el 2001, fue a la cárcel alrededor de 20 veces. También se casó y se convirtió en padre. Pero no fue sino hasta el 2001, estando en prisión con un hijo de dos años de edad en casa, que finalmente vio la luz.

“No quería que mi hijo tomara el mismo camino”, dice. “Estaba cansado de huir de la realidad y de estar infeliz constantemente. Tomé una última y sincera decisión: iba a hacer una diferencia en mi vida y ayudar a otros”.

Desde ese día, hace 15 años, Mendez no ha consumido ninguna droga. Y está haciendo el bien en su decisión de ayudar a otros.

Regresó a Guatemala y fundó el Programa de Intervención Juvenil, un programa que guía a los jóvenes a alejarse de las drogas y el crimen por medio de clases de destrezas para la vida, tutorías en la escuela y excursiones a la cárcel y a la morgue. “Para mostrarles adónde irán a parar si siguen consumiendo drogas”, dice Mendez.

La esencia de su programa son las 19 lecciones del plan de estudios de La Verdad sobre las Drogas, disponibles gratuitamente para los educadores. Cada lección lleva a los jóvenes a través de los 14 folletos de La Verdad sobre las Drogas, mostrando los datos verdaderos acerca de las drogas que más comúnmente se consumen, desde la marihuana y el alcohol hasta las drogas sintéticas, la cocaína y el consumo de fármacos recetados.

Los folletos van acompañados por el documental de Gente Real, Historias Reales, donde los exadictos hablan sobre sus experiencias con esas drogas.

“Mientras más conoces acerca de las drogas más reflexionas antes de usarlas…, ya no tienes tanta curiosidad”, dice. “Es difícil ver a estos niños caer en drogas y violencia. Sé por experiencia cómo se siente no tener una persona con quien hablar y tomar decisiones incorrectas”.

Pero no fue sino hasta el 2001, estando en prisión con un hijo de dos años de edad en casa, que finalmente vio la luz.

Habla de una de las muchas vidas en las que ha dejado huella: “Un niño de 13 años de edad vino a mí después de clase y me dijo que necesitaba ayuda…, estaba consumiendo drogas, era un sicario y no sabía cómo salir de esto. Lo puse en rehabilitación y, una vez a la semana, le enseñaba La Verdad sobre las Drogas. Ahora está de regreso en la escuela y sus calificaciones y su vida han cambiado. Y quiere ser un consejero de prevención de drogas”.

Hasta ahora, Mendez ha enseñado a cientos de jóvenes de siete escuelas y recibe llamadas casi a diario de padres que quieren que sus hijos estén en su programa. Incluso visita a los jóvenes que “no escucharon”… y que ahora están en la cárcel.

“Me veo a mí mismo en cada niño que pide ayuda. Porque todo el mundo merece una segunda oportunidad”, dice. “Cuando veo a los niños ansiosos por tener conocimiento y llegan a mí y quieren oírme, o me llaman cuando tienen problemas, entonces sé que estoy creando una diferencia. Si mi padre estuviera vivo, sé que él estaría orgulloso de mí.… Es lo mismo que él estaba haciendo como pastor: ayudando a otros”.


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